domingo, 9 de marzo de 2008

Quieren verter toneladas de herbicidas para evitar incendios que puedan afectar a una línea de ferrocarril

A continuación transcribo una noticia que pienso que debería haber tenido alguna resonancia, pero por lo visto apenas ha sido difundida. Y es que, señores, no ha derecho.

Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), una empresa pública española, ha decidido destruir con herbicidas el entorno de las vías de ferrocarril para mantenerlo limpio de vegetación. Se trata en definitiva de arrasar varios miles de hectáreas lanzando cientos de toneladas -dos veces al año- de un producto químico que acabará disolviéndose en las aguas superficiales y en los acuíferos contribuyendo así a su contaminación.

Sorprende que una empresa pública española -dependiente del Ministerio de Fomento- como es Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) haya decidido destruir con herbicidas el entorno de las vías de ferrocarril para mantenerlo limpio de vegetación. Se trata en definitiva de arrasar varios miles de hectáreas lanzando cientos de toneladas -dos veces al año- de un producto químico que acabará disolviéndose en las aguas superficiales y en los acuíferos contribuyendo así a su contaminación.

El consejo de Administración de Adif aprobó, el pasado 20 de febrero, la adjudicación de la operación a la empresa Sintra por un período de cuatro años y un presupuesto de 20 millones de euros.

Adif basa su decisión en la necesidad de prevenir el riesgo de incendios asegurando que no afectará a la fauna del entorno -mamíferos, aves, insectos, etc.- dada la baja toxicidad de los productos empleados y que éstos cumplen la normativa vigente.

No es posible valorar el alcance exacto de la medida tomada pero sus efectos, sólo a simple vista, son enormemente destructivos: más desertización, erosión, contaminación y menos cubierta vegetal. La medida puede ser rentable económicamente para la empresa (que es pública) pero, no lo es, sin duda, para el medio ambiente ni tampoco para el conjunto de la sociedad. Es una medida más de un modelo económico tan desproporcionado que es capaz de justificar cualquier proyecto depredador independientemente de sus consecuencias.

No se entiende bien por qué no se utilizan otros medios más o menos mecanizados de limpieza y de conservación del entorno de las vías que, manteniendo las exigencias de seguridad contra los incendios -el único argumento empleado- respeten el entorno y no ocasione daños. Según que zonas, la siembra, por ejemplo, de determinada flora podría servir como solución para evitar incendios y para mantener la cubierta vegetal y así resolver el problema.

El Ministerio de Medio Ambiente y los organismos correspondientes de cada Comunidad Autonómica o, incluso, de cada ayuntamiento, deberían intervenir para atajar este despropósito.

De nada sirve después hablar del Cambio Climático, de la degradación del medio ambiente y de tantas otras cosas, cuando se propician semejantes atropellos a la naturaleza. Todo parece indicar que estamos ante un delito ecológico pero ¿Por qué no habría de serlo también en el Código Penal? Decir que el herbicida que pretenden aventar de modo tan masivo sólo destruye la flora y no la fauna, al tiempo que olvidan decir cómo y a dónde va a parar una vez derramado, constituye un despropósito aún mayor.

Los problemas medioambientales no son casuales sino, sencillamente, la consecuencia del modelo económico y, las soluciones a los problemas no podrán ser más de lo mismo, sino algo diferente, otro planteamiento, pero que este mismo modelo, que no hace más que repetirse, nunca podrá aportar.

Leído en EcoPortal


Lo dicho. Vamos de barbaridad en barbaridad


martes, 4 de marzo de 2008

Carabí-rurí, carabí-rurá

Hoy ha sido un día de muette. Por fin he pasado el parcial de bioquímica, como quien pasa un sarampión (y esperemos que no traiga culebrilla) y no sin esfuerzo. Pomu y yo habíamos planeado una tranquila mañana de repaso con comida en el césped al solecito de marzo. Pero no habíamos contemplado la posibilidad de que Toni llegara sin resuello a nuestro despacho y nos mandara al decanato de ciencias a recoger "una lechuza, o un cárabo, no lo sé, moribundo en la ventana de una clase".

Cuando llegamos, la conserja nos esperaba impaciente, antes de poder preguntar dónde estaba el bicho ya había salido de la garita y nos llevaba al jardín, donde había tres o cuatro alumnos de química hacendo fotos con móviles. Y entonces caí en la cuenta de que yo había estado una semana llevándome la cámara de fotos sin hacer prácticamente ninguna, y hoy precisamente que la sacaba...

Era un pollo de cárabo lleno de plumón, como sospechábamos, pues ya habíamos oido historias sobre una familia de ellos el año pasado. Estaba posado en la reja de una clase, mirando con sus ojos como espejos a los muchachos y sus móviles.


La conserja nos prestó "la bata de las emergencias" para intentar cogerlo. Las garras tenían un aspecto puntiagudo y pinchoso, y el pico, aunque estaba lleno de sangre, también era bastante importante. Debía de haberse chocado con la ventana intentado aprender a volar.

Se dejó cojer sin ningún problema y comprobamos que era como un peluche. Al menos se nos hundían dos falanjes en el plumón al acariciarlo, y entre tantas plumas costaba encontrar el cuerpecillo, pequeñito y blandito.
Nos lo llevamos a Biología y la gente nos miraba por la calle, y el carabino miraba a la gente y le daba la vueta completamente a la cabeza...

Mientras el Pajarero se tomaba un café, la Shumaker y Pocahontas llegaron y se quedaron alucinadas con el peluchito (Pocahontas quería llevárselo para ponerlo en su cama) Subimos con las chicas de limícolas y mientras le limpiábamos el pico con un poco de agua oxigenada, Pipe trajo unas anillas y el alicate.

Una vez anillado, se lo llevamos a Toni a su despacho, ya que había sido quien nos había avisado. Cuando se enteró de que no le habíamos echo fotos con una cámara, intentó buscar la suya, pero estaba sin pilas... la ley de murphy de nuevo.

Después, ya sólo quedaba una cosa: buscar un sitio para devolverlo. Buscamos su nido por los alrededores sin mucho éxito, pero encontramos un buen sitio en la parte de atrás de un ciprés, donde lo dejamos, a la espera de que regresaran sus padres.


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