viernes, 26 de agosto de 2011

Variantes de las crackers: piquitos y tortas de harina de arroz

Ingredientes:
  • 250g de harina de arroz
  • Un huevo.
  • 15g aprox de levadura fresca (media pastilla)
  • 5g de azúcar moreno
  • 10g de sal (esto es importante, en mis experimentos he aprendido que es muy fácil que te quede salado...)
  • aceite de oliva para que la mezcla ligue (estas harinas no tienen la elasticidad que le da el gluten a la harina de trigo, asi que he preferido usar más aceite que agua)
  • Un poco de agua tibia (como una tacita pequeña de café, para disolver la levadura)
  • Sésamo al gusto (un puñadito)



Preparación:
  1. Disolver la levadura en un poquito de agua tibia con el azúcar moreno (tibia, no caliente, que si no matas a la pobre levadura...)
  2. En un bol, mezclar la harina (reservar unos 40-50g por si se nos queda demasiado húmeda la masa), el sésamo y la sal en seco. Añadir la levadura, y el huevo y amasar con paciencia. Esta receta tarda más en ligar, pero queda mucho mejor.
  3. Añadir aceite hasta que quede una masa homogénea que no se peque a los dedos ni al bol.
  4. Precalentar el horno a 50ºC. En una bandeja de horno, colocar un papel de horno y meter la masa durante 10-15 min para que fermente. No subirá mucho. Sacarla antes de que se cuartee la superficie.
  5. Si se ha secado demasiado, agregar algo más de aceite y/o agua al amasar de nuevo, pero es poco probable.
  6. Precalentar el horno a 200ºC
  7. Con la masa ya fermentada, arrancar pellizcos y amasar piquitos o formar pequeñas tortas, como si fuera plastilina.
  8. Pintar la superficie con aceite o huevo para que se dore.
  9. Hornear 10-15 minutos y vigilar muy frecuentemente, ya que la diferencia de grosores puede hacer que unas se quemen antes mientras otras quedan crudas. Si es necesario, sacar las que se tuesten primero y dejar las más blancas con el calor residual.
  10. Dejar enfriar en un plato y guardar en un recipiente hermético para que no se rancien.

¡Miau, qué buena pinta!

jueves, 25 de agosto de 2011

Bollito de miga de harina de arroz. Truquillos para hacer el pan de harina de arroz (sin gluten).

¡Éxito rotundo de la última tanda de experimentos! Tras tirar dos hornadas completas, y una de ellas porque se me olvidó la sal... Vale, he aprendido que para hacer experimentos, una vez que tienes algo aceptable, no hay que hacer el experimento con toda la masa, sino con un trocito. 

Intenté hacer pan con miga, porque tengo antojo de bocata de pan de molde, y escogí una receta de pan de harina de arroz al vapor, pero a mí no me salió tan bien como sale en esa foto: se me desmiga, tiene un sabor demasiado intenso a garbanzo para mi gusto y no se puede cortar en rebanadas, ni tostar, y es demasiado pesado, para desayunar o incluso comer... Asñi que quise volver a la receta de piquitos, pero con alguna idea nueva: sustituir el aceite por margarina. Una vez quise hacer galletas, pero en vez de aceite usé margarina, y las galletas quedaron como bizcochitos. 

Otra cosa que he hecho ha sido quitar el sésamo de la masa: al principio es agradable, pero siempre, siempre empezaba a ser repetitivo. Y además, lo he pintado con huevo, cosa que nunca había hecho: pues les queda un brillo y una textura deliciosos. 

Y lo último, y lo más importante: la levadura estaba recién comprada. Lo que a mí me pasa normalmente es que tardo demasiado en usarla, y cuando lo hago, está a punto de caducar, lo que hace que su actividad sea mucho menor a la de hoy. Además, hoy he fermentado el pan con la forma ya dada, y luego lo he horneado, por lo que la miga no se ha espachurrado (desgasificado) y ha quedado con una textura muy parecida al pan de verdad.

Así que aquí va mi receta de bollito de miga: 

Ingredientes:
  • 240g de harina de arroz.
  • 2 dedos de margarina derretida (no demasaido caliente, para que no cuaje el huevo).
  • 1 huevo.
  • 12g sal.
  • 25g de levadura fresca. 
  • 5g de azúcar moreno. 
Preparación:

  1. Disolver la levadura en un dedo de agua tibia con el azúcar moreno (tibia, no caliente, que si no matas a la pobre levadura...). Tiene que crecer más de medio vaso, para saber que está viva.
  2. En un bol, mezclar la harina (reservar unos 40-50g por si se nos queda demasiado húmeda la masa) y la sal en seco. Añadir la levadura, y el huevo y amasar con paciencia.
  3. Cuando ya está más o menos ligado, añadir la margarina poquito a poco, esperando que la masa la vaya aceptando. No se va a quedar grasienta, y empezará a hacerse más elástica.
  4. Modelar un bollito, y con un cuchillo afilado marcar una cruz amplia. Por ahí se abrirá cuando crezca. 
  5. Meter para que fermente en el horno a 50ºC durante unos 10-15 minutos. 
  6. Sacar, pintar con huevo y decorar.
  7. Elevar la temperatura a 200ºC y volver a meter en el horno, esta vez como 15 minutos.
  8. Cuando tenga un color apetitoso, sacar dejar enfriar a temperatura ambiente. 
Una de las cosas que más me han sorprendido es que ¡¡tiene corteza, y está crijiente!!

Espero que os guste. Para mí ha sido un gran avance.

martes, 23 de agosto de 2011

Día roedor.

Hoy ha sido un día roedor total.

A media tarde la MariMuy descubrió a la Tigri como una loca por el lavadero. Cuando nos dimos cuenta, tenía una bolita gris en la boca. Así que quitamos de en medio a la gata y con un bote de alcachofas atrapamos a la ratoncita. Era igual que Milufa, de un cuento de cuando éramos pequeños, así que la bautizamos así.

Mi prima Ro y yo nos acercamos a la maleza del río para soltarla en un lugar donde pudiera esconderse.
 
Milufa antes de ser liberada.
Ro y Milufa
Nos miró con sus ojitos negros y se fue rápidamente. Se trataba de un ratón casero (Mus domesticus) cuya mejor característica para diferenciarlo del de campo (Mus spretus) es la longitud de la cola, ya que los tamaños pueden solaparse y las coloraciones varían. En el de campo, la cola es claramente más corta que la longitud de la cabeza y cuerpo (Guía de Mamíferos de España, Península, Baleares y Canarias, Ed Lynx y SEO/BirdLife), lo que se ve más o menos en la foto.


 

El otro roedor que nos ha visitado, y muy ruidosamente, ha sido Ratatui. Anoche se escucharon ruidos de lucha y chillidos por las ventanas abiertas, y esta mañana la MariMuy y mi madre se encontraron un regalito de "El Ratador".



Mi amiguita, la Gertru, intentaba adivinar cuál de sus parientes nos había visitado.


Pues sí, el "Ratador" (Matador de Ratas) ha vuelto. A nuestro gato Pirri le ha prohibido el veterinario que tome proteínas, y tiene un pienso especial. Así que ha sido bueno, y en vez de comérsela y traernos la cabeza, como ha hecho otras veces,  nos la ha traído entera.

Como otras veces sólo había dispuesto de la cabeza, aún no sabía de qué especie podríamos estar hablando. Así que esta mañana me puse la bata de laboratorio, los guantes de látex y cogí la guía de nuevo y un metro para diferenciar si era una rata negra (Rattus rattus) o una rata parda (Rattus norvergicus). La rata negra es más de campo, está desplazada por la parda, que es más urbana, y es de tamaño más pequeño, hocico más afilado y orejas largas. La coloración de una variedad de la rata negra (Rattus rattus ,subesp. norvergicus) puede confundirse con la parda. Así que mirando y mirando encontré que el carácter diferencial era la medida de la pata trasera. Y estaba claro: un cacho de pata de más de 4 cm era de rata parda (Rattus norvergicus).

Pata enorme de R. norvergicus.


Otra característica que me daba la guía era que la oreja de la parda, si se estiraba sobre la cara, jamás llegaría a tocar el ojo, así que también lo comprobé. Sin lugar a dudas, tenemos a la Rata Parda entre las especies de Tres Arroyos, aunque el "Ratador" las extermina cada vez que se acercan a la casa. Y muy limpiamente, pues no tiene marcas de heridas ni de lucha.


¡Así que el 22 de Agosto queda bautizado como el día de los roedores!

lunes, 22 de agosto de 2011

Comunicado: AMENAZA MINERA EN EL GUADIANA INTERNACIONAL. Enviado por: "Ecologistas Extremadura

AMENAZA MINERA EN EL GUADIANA INTERNACIONAL

Una multinacional canadiense tiene previsto llevar a cabo una
explotación a cielo abierto en La Codosera, para extraer oro removiendo
una superficie de más de mil hectáreas. Se anuncia la creación de una
plataforma en contra, en la que ya participan activamente Asociaciones,
empresarios y vecinos de la comarca.

La rentabilidad de la explotación se basa en la especulación con el
precio del oro debido a la actual crisis, ya que en realidad las
concentraciones del mineral son muy escasas y precisan la extracción y
tratamiento de más de trescientas toneladas de material para la
obtención de un solo kilo de oro.

Varias asociaciones, vecinos y empresarios de turismo de la zona están
preocupados por estos agresivos planes de explotación minera, que pueden
alterar irreversiblemente el paisaje y la naturaleza de la comarca..


La extracción de oro en minas a cielo abierto se basa en la voladura de
grandes cantidades de material, que debe ser transportado a la planta de
tratamiento. Para separar el oro de la roca, se emplean reactivos como
el mercurio o el cianuro y grandes cantidades de agua. Una vez extraído
el oro, quedan toneladas y toneladas de residuos de agua y roca
contaminadas, que deben ser almacenadas en grandes embalses, similares
al que se rompió en Aznalcóllar hace años, contaminando cientos de
kilómetros cuadrados junto al Parque Nacional de Doñana.

La zona prevista por la multinacional minera para su explotación está en
la cuenca del río Gévora, que vierte sus aguas al Guadiana junto a la
ciudad de Badajoz. Debido a la presencia de varias especies protegidas y
a la elevada biodiversidad natural, toda el área está protegida como
Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para
las Aves (ZEPA) de la Red Natura 2000. Es también una comarca incluida
en el Plan de Competitividad Turística del Guadiana Internacional, que
está suponiendo la inversión de varios millones de euros por parte de
las administraciones para potenciar el turismo.

Por todo ello, asociaciones ciudadanas, vecinos y empresarios de la zona
están iniciando contactos para constituir una plataforma cívica en
defensa de su comarca y contra la instalación de esta mina a cielo
abierto. Como primera acción, la plataforma tiene previsto enviar una
carta al nuevo Consejero de Agricultura, Desarrollo Rural, Medio
Ambiente y Energía; solicitando información detallada sobre los aspectos
más preocupantes de este proyecto. En base a ello, pedirán amparo a la
Junta de Extremadura para que no autorice estos planes de la
multinacional canadiense, en busca de un beneficio coyuntural y rápido,
del que muy poco se beneficiará la población local, que sin embargo,
verá destruido su paisaje y el encanto turístico de su comarca y
amenazada su propia salud por la presencia de enormes depósitos de
residuos contaminados que quedarán allí para siempre.

Comunicado suscrito por ciudadanos a título individual y por las
organizaciones:

*Sociedad para la Conservación de los Vertebrados*
*Mundóbriga*

*Ecologistas Extremadura*

*SEO/BirdLife*

*ADENEX*


El comunicado en Nuestro blog

http://ecologistasextremadura.blogspot.com/2011/08/amenza-minera-en-el-guadiana.html

--
Ecologistas Extremadura
http://www.ecologistasextremadura.org/
e-mail: coordinacion@ecologistasextremadura.org
tfno.:678818957

domingo, 21 de agosto de 2011

Ruta al Mulhacén, Sierra Nevada.

Bueno, después de tantas recetas y asuntos histaminósicos, aquí os dejo una entrada que sé que os va a gustar (jeje, lo sé por las estadísticas, que os gustan los diarios de viajes): la épica subida al Mulhacén, que desde que era pequeña y vivía en granada soñaba con hacer, ya que todas las mañanas al levantarme veía la Sierra Nevada desde mi ventana. 

Llegamos a Granada de madrugada, ya que  viajamos de noche porque el coche de Mugen no tiene aire acondicionado (:S). Nos quedamos en un camping de la sierra, en Fuente del Lobo, con bungalows de madera, y chill-out y cosas de esas, porque sería un suicidio haberse quedado en la capital, o haberse metido en los embotellamientos playeros.

Después de dormir hasta las tantas, estuvimos haciéndonos al lugar y al clima. La verdad es que hacía bastante menos calor del que esperábamos. Bajamos a Pinos Genil a comprarnos algo de comida para poder sobrevivir y preparar algo para la excursión, y nos pasamos la tarde en el chill-out del bar, al fresquito, descansando y un poco asustados por el esfuerzo que en breve nos iba a pedir nuestra aventura. 

Cenamos en el restaurante del camping, asumiendo los riesgos que podría tener aquello para mí... 
Brocheta de pollo a la brasa con chalotas. No podía correr riesgos.
La pizza carbonara de Mugen, para tener fuerzas al día siguiente...

Después del atracón, a preparar las mochilas y el equipaje, con un poco de pereza, la verdad, porque el el porchecito de la cabaña se estaba muy bien, al fresquito de la sierra.

Al día siguiente, como no teníamos nada que hacer hasta las 16:30 que salía el bus para las Trincheras de Posiciones, pues nos dedicamos a ver la sierra, subiendo despacico y haciendo fotos en todos los miradores. 


Comimos en los chiringuitos de la Hoya de la Mora, donde me tuve que poner al sol el día más caluroso de este verano, ya que me estaba congelando a la sombra. Allí me compré unas gafas de sol nuevas, ya que las mías había decidido que no me querían acompañar a lo alto de la sierra y se habían partido en dos. Mugen se compró un sombrero de cowboy muy propio, y vi gorros de lana y guantes. Pensé que en verano no nos iban a hacer falta... pero los eché de menos unas horas después.Estuve persiguiendo unas mariposas negras que me habían estado intrigando todo el camino, hasta que conseguí una. Aún no sé cuál es, pero si alguien me lo quiere sugerir, bienvenido.

La ruta planeada era esta:




El autobús salía desde el albergue universitario, en la Hoya de la Mora, y nos subía hasta las trincheras de Posiciones, que son de la guerra civil. Nos explicó JuanDi que desde allí bombardeaban hasta la costa.



 En el albergue habíamos quedado todos para repartir el ron y algunas otras cosas comunes, como la leche en polvo. Nos pusimos al día de lo que llevábamos (yo por ejemplo, era la única que se le había ocurrido llevar Urbason, por si acaso, pastillas potabilizadoras y Compid para las ampollas). También allí me reencontré con mis amigos buceadores Javi y Pabletas, a los que no veía desde Noviembre, cuando el Mar Rojo.

Desde allí, al pie del Veleta, teníamos que atravesar tres laderas hasta llegar a la La Caldera, donde hay un refugio, al pie del Mulhacén. Parece sencillo, y JuanDi, el que había organizado la excursión, nos había dicho que en 4 horas, llaneando, se llegaba bien, con tiempo para parar, hacer fotos... y yo me lo creí.


Mugen y yo al pie del Veleta, en Posiciones.

Pero a la primera de cambio, perdimos al grupo principal, que parecían participantes del triatlón, y nos quedamos Pabletas, Mugen, dos chicos y yo, que íbamos a nuestro ritmo, parando y haciendo fotos. Los demás no se pararon más de dos veces, y siempre los veíamos a lo lejos, si los veíamos. Ellos llegaron en 2 horas.
Camino de ida. Pico del Mulhacén, 3492 m. Vista desde Río Seco.
Así que como no teníamos posibilidades de alcanzarlos, tampoco nos sulfuramos mucho. Además, tuvimos varios encuentros con las cabras montesas (Capra pyrenaica) que no nos íbamos a perder por nada del mundo.

Bombus terrestris, abejorro.

Capra pyrenaica, muy cerca, pasando de nosotros.

Hubo un momento en el que empezamos a escuchar unos golpes secos, y cuando nos dimos cuenta, dos machos cabríos estaban luchando como unos cosacos. No se daban cuenta de que estábamos cada vez más cerca, hasta que bajaron al camino y nos vieron... la verdad es que impresiona, después de haberlos visto pegarse con esa fuerza, ver esos cacho cuernos tan cerca de una. Menos mal que siguieron para abajo, seguidos de un macho un poco más joven, haciendo un paralelo para medir sus fuerzas antes de volverse a pegar.

Dos machos de Carpa pyrenaica, haciendo un paralelo ladera abajo.


Total, que echamos a andar, y a andar, y a andar... y aquello no se acababa. Cuando llegas al Veleta, tienes que cruzar un paso, donde está el refugio de la Carihuela. Si os fijáis en el mapa, hay después de eso, un par de curvas largas que cruzan varias líneas de nivel. Pues nosotros no pudimos seguir el camino ya que había un gran nevero que lo bloqueaba al menos 100m, y en esta época del año, todos sabemos, o deberíamos saber, que no se debe pisar la nieve, ya que puede ser hielo y te resbalarías hacia lo profundo del abismo, o puede ser que esconda hoyos con afiladas rocas donde te destroces. Así que hubo que atrochar como las cabras, por el borde del nevero, hacia abajo.  Era raro, estar en manga corta junto a la nieve.
 



Y el camino seguía. Tras bajar la ladera sur del Veleta, encontramos numerosas cascadas y unos paisajes salvajes y abruptos, con una belleza que te encogía por dentro. La vastedad de aquello te hacía sentirte pequeño, pero grande a la vez, porque tenías que recorrer aquello sólo con la ayuda de tus pies (bueno, y con la de Mugen en mi caso...).



Después de recorrer la ladera sur del Veleta, cuyos valles estaban teñidos de verde alrededor de las lagunas del río Veleta, llegamos al paso de Río Seco, para volver a cambiar de vertiente. desde allí ya se podía ver el Mulhacén, rodeado por montañas y montañas, como si no quisiera que nos acercáramos a él. A aquellas alturas, los fémures empezaban decirme que no diera un paso más, al igual que los tobillos y los pies. Los hombros también se quejaban: la comida pesaba más de lo que a mí me hubiera gustado. Claro que el pobre de Mugen llevaba la tienda de campaña, los microsacos de dormir y las colchonetas de piscina que nos habíamos comprado para ahorrar peso. En el paso corría aire frío, y me tuve que poner el polar, al menos mientras durara la cuesta abajo. Aún quedaba la mitad del camino.


Aún queda mucho tras el paso de Río Seco, pero ya se ve el Mulhacén.
Desde aquí vimos que la gente del "grupo triatlón" se dividía: unos cogían el camino corto, pero vertical y difícil, que subía la loma y la atravesaba por el collado para luego bajar a La Caldera, y otros el camino largo, plano y menos difícil, que rodeaba la loma.

Cuando llegamos al punto de la bifurcación, vimos que nos quedaba media hora o así de luz. Los demás ya estarían montando sus tiendas y descansando. Así que decidimos sacar fuerzas de flaqueza y emprendimos la empinada marcha por el camino vertical y difícil, pero corto.



Cuando llegamos arriba, empezaba a hacer frío de verdad. Claro que las vistas del Mulhacén eran impresionantes a la luz del atardecer.
Refugio de la Caldera, al pie del Mulhacén.


Nos había costado bastante llegar arriba de la ladera, pero al asomarnos, nos dimos cuenta que al menos nos quedaba una hora de bajada, por un camino de cabras que en algunos momentos podía ser bien peligroso. Las piedras afiladas y sueltas, el camino estrecho, la oscuridad creciente,  el aire frío y cortante, lo empinado de la ladera... hicieron que  la bajada fuera un pelín incómoda, más cerca de la escalada que del senderismo. Abajo, en la laguna, ya se veían varias tiendas montadas, pero dado el elevado número de excursionistas que habíamos visto durante la tarde, no sabíamos cuál grupo de tiendas era el de nuestro grupo de "triatlón".


Al fin conseguimos bajar, cuando ya empezaba a agotarse la luz. Por mucho que llamáramos a nuestros compañeros, el viento en contra hacía que no nos oyeran, y por los prismáticos tampoco se los distinguía bien. Decidimos jugárnosla y bajar hasta la misma laguna, donde había más gente.

En cuanto localizamos a la gente, buscamos un sitio y nos pusimos a montar la tienda. El aire helado y racheado nos lo puso difícil; no había manera de que lo que se levantara no echase a volar. Para colmo, todo allí eran piedras, por lo que encontrar un pequeño lugar donde clavar las piquetas de la tienda era misión casi imposible, y cuando lo conseguías, se quedaban flojas, por lo que había que amontonar pedruscos encima de cada una de ellas, y hubo que ponerlas todas para evitar que la tienda saliera volando. Además, Mugen ideó una manera para apuntalarla: en los bordes amontonamos piedras, por dentro y por fuera, a modo de muralla.

Nos anocheció montando la tienda, y para cuando quisimos cenar, lo demás ya estaban con la queimada. La verdad es que parecía que no había otro modo de calentarse, ya que JuanDi nos había dicho en el mail que "con un polarcillo y un saco de verano iba bien" y todo el mundo se lo había creído. Javi llevaba sólo pantalones cortos, y estaba pa morirse de frío. Yo, con mallas bajo los pantalones, camiseta de mangas largas, polar, palestina y poncho made in "El Rocío", estaba tiritando...

Tras la cena y la queimada, llegó la sesión de fotografía nocturno. Yo creo que mereció la pena cargar con el trípode; aunque la intención de la excursión era echar fotos a la estrellas fugaces no se pudo ya que había luna llena, no, llenísima. Así que me dediqué a los paisajes nocturnos con mi pequeña Olympus y el trípode que me había regalado, y luego transportado, mi niño.





Había -2ºC. Estábamos bajo cero, y se suponía que con un polar y un cortavientos íbamos a sobrevivir. Tenía los dedos entumecidos, pringosos después de la pera que había tomado en la cena, pero cualquiera pensaba en lavarse las manos en aquellas condiciones.  Estábamos rodeados de nieve en pleno agosto,  el día más caluroso del verano, cansados a más no poder, pasando frío como los tontos por echar unas fotillos a la luz de la luna en lo alto de la montaña. ¿Mereció la pena?

Allí estábamos, al fin, con la tienda bajo la mirada del temible Mulhacén.

A medianoche decidimos que era la hora de echarse a dormir, y nos metimos en la tienda buscando consuelo y abrigo del viento y el frío. Lo intentamos todo: dormir sin ropa, con ropa, sin calcetines, con calcetines, frotarnos los dedos de los pies entumecidos, meter el poncho dentro del saco, esconder la cabeza bajo la almohada... pero nada funcionaba. De cintura para abajo no conseguía calentarme, y apenas dormí. El colchón, que se había desinflado un poco, tampoco me ayudaba mucho, porque cada vez que me movía para entrar en calor me clavaba las afiladas piedras nevadensis...


En una de esas desesperantes duermevelas, deseando que amaneciera ya y el sol nos calentara un poco, escuché un gorgoteo de agua en la laguna. Asomé el morro con más frío que un tonto y descubrí a las cabras, bebiendo justo en la orilla, junto a nuestro campamento.

Las horas pasaban, la lunaza llena paseaba perezosa por el cielo mientras el viento catabático nos zarandeaba por los cuatro costados y el frío empezaba a congelarnos los dedos de los pies. ¡Por Dios, que amanezca yaaaaaa! ¡Aunque eso signifique coger el caminito de vuelta! Y las cabras, venga a beber, venga a gorgotear...



Por fin amaneció. Aguantamos en la tienda hasta que todo el mundo se había levantado, para aprovechar el efecto invernadero del sol de la mañana, y luego salimos a ver qué aspecto tenía la dichosa laguna de La Caldera a la luz del día.

Desayuné un par de galletas de las mías y un zumo mientras disfrutaba de los rayos del sol del que habíamos andado huyendo el resto del verano, y que 3000m más abajo ya empezaba a asfixiar a mucha gente...

Algunos valientes se fueron a coronar el Mulhacén, pero para la mayoría de nosotros, llegar hasta la laguna había sido suficiente logro. JuanDi y otra chica decidieron quedarse esperando a los valientes, mientras los demás recogíamos y empezábamos la bajada.
La Laguna de la Caldera a la luz de la fría mañana de agosto
Mientras desmontábamos, un acentor alpino (Prunella collaris) nos hizo una visita. Por fin a la luz del día pude verlo con claridad; unos cuantos de estos desvergonzados nos habían acompañado a escasos metros en la difícil bajada de la tarde anterior, pero con la luz tan mala no había podido ni verlos bien.




También pude fotografiar alguna florecilla de Sierra Nevada, endémicas de estas alturas:

Ranunculus demissus
Arenaria tetraquetra


La gente de repente se marchó; estábamos a puntito de terminar de recoger y en vez de esperarnos, desaparecieron como alma que lleva el diablo... estos del triatlón...
Vista del Mulhacén desde el Veleta (paso de Carihuelas)
Así que, sin afán de alcanzarlos, Pabletas, Mugen y yo nos echamos las machilas a la espalda y comenzamos la penosa vuelta, tras una noche de insomnio, frío y cabras. 

La vuelta fue sin sobresaltos; hicimos un descanso en el refugio Forestal, a mitad del camino largo pero fácil y luego seguimos. El sol empezaba a calentar todo lo que lo habíamos echado de menos por la noche, aunque de vez en cuando una brisa fresca nos ponía los pelos de punta.

En el paso de Río Seco, JuanDi y los valientes del Mulhacén nos alcanzaron. Propusimos volver juntos, y nos dijeron que ningún problema, que ellos tampoco iban muy rápido, y durante un trecho fuimos a la par. Pero hubo un momento en el que a Juandi se le rompió una bota; nosotros tres nos paramos a ayudarle, mientras que los valientes siguieron para delante. Lo que me sentó mal fue que Juandi no nos esperó a nosotros, que ya que nos habíamos parado, aprovechamos para forrar los pies con tiritas para las ampollas y beber un poco. Nos dijo que seguí despacito para no enfriarse, pero lo que tardamos en terminar de atarnos los cordones, ya se había hecho una mota en el paisaje.

No sé qué problema hay en los significados posibles de "juntos" o "despacito". El caso es que para ellos no era el mismo que para nosotros, porque cuando llegamos al paso de la Carihuela, el que estaba cortado por el nevero, ya habían desaparecido. Y por ello, no encontramos el atajo que había para subir por debajo del nevero y tuvimos que rodearlo por un sitio un poco más peligroso. 

Tanto Mugen como yo estábamos bastante enfadados. Nos habían dejado atrás. Me sentía abandonada.

Echando chispas conseguimos subir por el nevero de la cara sur del Veleta y alcanzar el refugio, donde ya empezaba a haber algo de cobertura para poder llamar al autobús y reservar plaza en el siguiente. 

Esperamos echados a la sombra de las trincheras, mientras escuchábamos a una familia muy ruidosa y numerosa jugar y entretenerse, hasta que el autobusito quiso llegar, a las 5 de la tarde. Muertos de cansancio, llegamos ya al Albergue Universitario, donde nos tomamos un refresco y un respiro antes de coger el coche para bajar de nuevo al camping. 

Todos mis músculos parecían gritar, sobre todo los de las piernas. Pero conseguimos llegar a Fuente de Lobo, pasando por Prado Llano para sacar algo de dinero. El jacuzzi, con agua calentita y burbujeante, tras una excursión de este tipo es el mejor invento que hay en el mundo. Bueno, eso y un buen masaje de pies...

La noche fue demasiado corta. Teníamos que recoger todo y salir, pero no podíamos irnos aún a Badajoz. Hacía mucho calor y las 6 horas de viaje no nos las quitaba nadie. Así que se nos ocurrió hacer una pequeña visita al baúl de los recuerdos. 

Yo me crié en Armilla, un pueblecito muy cerca de Granada, en la calle Mirasierra, junto a un campo de maíz y un colegio, al que yo me saltaba los fines de semana para jugar con los niños de mi calle. 

No recordaba muy bien cómo se llegaba, pero siguiendo los carteles, y usando un poco de mi memoria fotográfica, encontré mi calle a la primera.
Cuando vi mi casa, años de recuerdos se me echaron encima... años, de soñar por las noches hacía aquello mismo: llegaba hasta la puerta, y me quedaba dudando si pulsar o no el timbre, para descubrir quién vive en mi casa, cómo es, cómo es la vida ahora allí... 
No pulsé el timbre, a pesar de que ya lo había hecho muchas veces en mis sueños. Me quedé allí, como una tonta, recordando muchas cosas. Mi calle antes no tenía salida: al final había unos campos de maíz en los que se me perdía el Gatuchi cuando se escapaba, y se veía la Sierra Nevada todos los días, y al pie se distinguía Granada, muy cerca. 

Pero los campos de maíz ya no estaban allí; una urbanización los había sustituido. La Sierra ya no se veía desde la calle Mirasierra; el colegio de enfrente había duplicado su superficie y los edificios de toda la calle tapaban las vistas, de la Sierra y de la ciudad.

Después de mucho rato, dando vueltas por allí como una tonta, sin poderme despegar del sitio, me decidí a dar un paseo por el resto del pueblo. Armilla es un pueblo-grande-pero-grande, en palabras de Mugen. Probando las calles y llamando a mi madre para que me diera pistas del camino, encontramos mi viejo colegio. Ahora un parque infantil muy cuidado a la puerta le daba un aire alegre, pero los muros de ladrillo hasta arriba de antes me hacía recordarlo con un aspecto mucho más carcelario.



Colegio San Miguel. Armilla. 2011.
Calle Real de Armilla.


Siguiendo por la calle San Miguel llegamos a la Calle Real de Armilla, que llegaba hasta la plaza del Ayuntamiento y la calle mayor. Ahora unos raíles del Metropolitano de Granada la cruzan sin piedad, aunque de momento, hasta que se ponga en marcha, están invadidos por las terrazas de los bares.

Llegamos hasta la Caixa, que seguía en el mismo lugar de siempre, y el calor y el cansancio acumulado nos empezaban a pesar un poco bastante. Nos sentamos en una terracita junto a la futura estación de metro (es un metro de pega, va por encima de la calle, como un tranvía) y disfrutamos del fresquito de la brisa que aún corría. Ideamos un plan para huir de calor hasta que fuera una hora más prudente de coger el coche: ¡piscina municipal! 

Pero la piscina estaba cerrada "porque era fiesta". ¿A qué lumbreras se le ocurre cerrar una piscina el día de más calor del verano, y en fiesta? Menos mal que nos dijeron que la de Churriana de la Vega estaba abierta. Así que nos aventuramos a acercarnos. 

La pisci estaba de bote en bote. No sólo estaba abierta, sino que, como era fiesta, era gratis... otro lumbreras, con todas las piscinas de los pueblos cerradas, y esta abría gratis. Para nosotros mejor, entramos, conseguimos una sombra aceptable y un bocata de tortilla para Mugen y nos preparamos para descansar fresquitos. Pero... resultó que cerraban a las 6 de la tarde. Más lumbreras. Así que nos dimos el último remojón para sobrevivir hasta el bar más cercano, cafelito y caminito pa'lante. A Badajoz.


En el Monte de los Enamorados, en Antequera, por fin pude echar una fotillo, ya que siempre me ha pillado desprevenida, sin cámara, o sin luz... y se me ocurrió que parásemos en Fuente de Piedra, si nos daba tiempo, para ver allí el atardecer. 

Llegamos por los pelos. Pero nos pasamos allí cerca de una hora, trípode en mano, disfrutando del fresquito que empezaba a correr y de la cantidad de bichos que pululaban allí.

Atardecer en Fuente de Piedra
Flamencos en la laguna de Fuente de Piedra

Cigüeñuela, Himantopus himantopus













Pequeña liebre, Lepus granatensis


Cuando se hizo tan oscuro que ya no se podía ni ver dónde poníamos los pies o la cámara, y los mosquitos estaban haciendo de mí una roncha con patas, decidimos que era momento de volver a coger la carretera.




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