viernes, 20 de marzo de 2015

Celda 210 (Segunda parte) - Diario de una histaminósica perdía


Republico este post porque hubo un probelma técnico al publicar desde el teléfono móvil y no me he dado cuenta hasta hoy. 
En mi cuarto hay un cuadro. Menos mal que este no da tanto miedo como el de
la otra vez... pero está torcido. 

Al final, ayer viernes me han dado la condicional. Es decir, que aún no se ha resuelto el caso (no saben exactamente lo que tengo ni por qué) pero el resto de pruebas de momento me las pueden hacer de manera ambulatoria. Menos mal, porque ya empezaba a sentirme como un clic, un muñeco playmobil, sin poder doblar los codos de tantos pinchazos como me llevan dados en la última semana. Entre uno y tres análisis de sangre al día... ¡no ha vena que lo soporte durante mucho tiempo! 

Síndrome del Clic
Por la mañana, a las 8 en punto entraba la temible enfermera, que sin darme tiempo a despertarme, me desangraba con cuatro o cinco tubos mientras refunfuñaba. No entiendo su mal humor, con lo divertido que tiene que ser su trabajo, ir por ahí despertando a la gente a pinchazos. 

La enfermera tempranera, con su cara de pocos amigos. 
Poco antes de mediodía entró en mi habitación la cocinera, para decirme que habían encontradao en su despensa un paquete de macarrones Gallo. Yo, desilusionada, le expliqué que útimamente Gallo había cambiado sus pastas para celiacos y ya no eran sólo de arroz, sino que llevaban más cosas y ya no podía tomarlos. Al rato vino, con el paquete para que viera que sí, que eran de arroz. ¡Menuda reliquia! Pero cuando aparecieron con la bandeja un ratito después, a pesar de que no son los mejores macarrones, me los comí con mucho gusto, a pesar de que llevo más de un mes sin apetito. Venían salteados con un picadillo de jamón serrano y champiñones. Además, de segundo traían un buen filete de mero con calabacines a la plancha. Nunca había comido mero, pero me encantó, estaba buenísimo. 

El pan normal de trigo hay que perdonárselo, el primer día traía pan de celiacos pero se lo llevaron de vuelta cuando les dije que no podía. Y no les dije nada del pan de trigo, ya que mi madre y mi hermana se lo comían muy contentas.


Por la tarde vino a visitarme el internista, que me da un poco de miedo. Ya mi doctora me había advertido, de que un chiste no me iba a contar, pero claro, yo no he ido al hospital a que me cuenten chistes. Sin embargo, ha sido gracioso a su manera. Y está empeñado en descubrir qué me ocurre. Pero a la luz de las pruebas de esta semana (voy a salir fosforita del hospital, brillando en la oscuridad, de tanta radiación), las que quedan me las puedo hacer de manera ambulatoria y no tiene mucho sentido que me quede más tiempo. Así que la semana que viene volveremos a la misma hora en su canal de siempre. 

Las chicas de la cocina me dijeron que habían comprado pepino especialmente para mí, y por lanoche me han traído una ensalada de pepino y cebolla, y una cena muy paraguaya: filete de ternera y arroz rehogado. Para el postre, piña en almíbar, muy refrescante. 


La verdad es que la estancia en el hospital se ha hecho mucho más llevadera de lo que había pensado, sobre todo se me hacía cuesta arriba pensar en el asunto de las comidas: habiendo leído tantas historias aterradoras de los celiacos en los grupos de feisbuk, me esperaba cualquier cosa! Además, el apoyo de todos vosotros, que casi he sentido como si hubierais venido a visitarme, ha sido fundamental. Mi médico se sorprendía del ánimo con el que estoy enfrentando esto, pero ¡una gran parte os la debo a vosotros! 


miércoles, 18 de marzo de 2015

Celda 210 - Diario de una histaminósica perdía.

Hace tiempo que mucha gente me pregunta que cómo hago para salir a comer. A menudo comento que "no saliendo".

Pero, ¿qué ocurre cuando no te queda más remedio?

Cuando me dijeron que me iban a ingresar en el hospital de CLIDEBA, mi madre me dijo que me haría la comida en casa y me la traería. Sería un lío, pero era una solución.



Sin embargo, mi doctora lo primero que hizo fue redactar con mi ayuda un folio con instrucciones para la cocina, y les ha hecho llamarme todos los días para preguntarme el menú que podía tomar. Mi doctora es un cielo.

Y parece que funciona. Hoy me han traído pescado a la plancha con arroz salteado con gambas y queso fresco. Y de postre naranja.

Anoche fueron filetes de pollo con arroz salteado con ajito y piña en almíbar para el postre.

Es la primera vez que como fuera de casa en España algo cocinado sin peligro (curiosamente solo había podido hacerlo hasta ahora en Paraguay). Y puedo confirmar lo que mucha gente me había comentado: que en este hospital se come fenomenal. Las cocineras están muy preocupadas porque solo pueden prepararme un plato, y me pondrían más comida si las dejara, pero como estoy sin hambre y además no acostumbro a comer mucho, con esto me sobra. Lo único que no pueden hacer nada con los desayunos, pues sirven bollería. Pero me calientan mi leche de arroz y me traen un cuenco para que pueda hacerme mi papilla de arroz con cacao.

Os iré contando día a día lo que me preparan, porque después de tantas historias dramáticas que conocía de alérgicos y celiacos en hospitales estaba bastante asustada. Creo que debería ser un ejemplo a seguir en otros lugares, el cariño y la atención que ponen cada vez que me preguntan, y se lo agradezco de todo corazón.

lunes, 9 de marzo de 2015

Censo de Mar en Madeira (SPEA)


El cielo está color panza de burro y no se adivina dónde está el sol. El mar se agita con un brillo aceitoso, como plomo fundido. Miro a mi alrededor y no veo más que el perfil cambiante de las olas que se agitan con crestas de espuma.

El bamboleo y os golpes de las olas son tan fuertes que el skipper Marc se levanta y quita el piloto automático para enfrentar las olas con un movimiento de zig zag. Yo siento que el desayuno se levanta como las olas que nos golpean, salpicándome la cara con una lluvia fina que me empaña las gafas. Estamos doblando la punta de San Lorenzo, en dirección porto Santo. Las olas crecen y comienzan a hacerse cada vez más violentas. Hace mucho viento y Marc arría las velas. El agua está tan revuelta que no puede saberse de donde vienen las olas; da la sensación de que nos atacan por todas partes [leer más...]
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