viernes, 7 de junio de 2013

Cosas de no-maguels. Reflexiones perdiendo la cordura... o no.

Abro los ojos. Ya estamos en Salamanca. Tengo los pies helados y el cuello tieso de dormir en la furgoneta de la Uni después del largo día botánico por Sierra de Gata, viendo plantitas bajo un aire que congelaría los cascabeles al mismo demonio (como diría mi querido Panta). Veo que enfilamos la calle de Filiberto y decido pedirle a Quique que me deje allí mismo.

Con la caraja no me he dado cuenta de que me podía haber bajado una manzana más cerca de mi casa. Bueno, al menos me doy un paseo y entro en calor. Por algo me habrá pedido mi cuerpo bajarme allí. Estoy reventada y helada, y no puedo pensar mucho.

Cruzo la calle y en el parque de San Francisco veo a dos muchachos agachados (rastas rojas ellas, cresta rizada y barbilampiño él, como de primero de carrera), y en medio, un pollito saltando. Capto su conversación al acercarme:

-... pues no mola cuidar un pájaro en fiestas.
-¿Conoces algún biólogo?
Veo que es un pollito de carbonero que pía sin parar y que se le están subiendo encima las hormigas. 
-Yo soy bióloga.
Cojo el pollito y veo que ya tiene prácticamente todas las plumas de vuelo. Intento lanzarlo al cedro del que parece que se ha caído mientras sus padres me revolotean alrededor. El pollito planea pero no llega a las ramas más bajas y yo no quiero lanzarlo con más fuerza, así que decido dejarlo en un seto de aligustre, donde sus padres, con tranquilidad, le ayudarán a volver al árbol cuando se pueda. Sobre mi mente resuenan los ecos del traumático incidente zaragozano de "apartaos, soy bióloga" y me alegro de que no se haya vuelto a repetir.

Nos despedimos y cuando bajo mi calle, el chico vuelve. 

-¿Tienes exámenes? Este finde son las fiestas de mi pueblo. Si quieres llámame y te vienes, que las buenas acciones hay que recompensarlas. 

Me invita a las fiestas de Cabrerizos, cerca de Salamanca, e intercambiamos móviles, más por educación que porque tuviera intención de ir a las fiestas con un par de desconocidos que me dicen que van a montar una rave
 

Canción que se me viene a la cabeza al escuchar la palabra rave


Mientras camino hacia mi casa, pienso en que si no me hubiera bajado por impulso del coche, no habría salvado ese pollito, no habría conocido a este par de chicos y no habría subido las escaleras con una sonrisa tonta a pesar del cansancio mortal y el frío maldito en los huesos.

Y no es la primera vez que me ocurre... es para pensarlo... Mi abuela siempre ha dicho que ella era bruja, y mi madre sospechaba que yo había heredado algo de eso. Claro, ahora ya no se le llama magia, sino intuición, que queda más molón. 


Pero es verdad que, si miro hacia atrás, a esos momentos que en un principio parecen malos, luego resulta que han propiciado que ocurrieran otras cosas. Y cuando ha habido veces que tenía que tomar una decisión aparentemente inocua, cuando me dejo llevar por la intuición siempre he acertado. 

Una de las cosas peores, que me hizo entrar en una depresión que luego me costó algunos años sacudirme, fue suspender las matemáticas de segundo de Bachillerato. Cualquiera que lo lea pensará que es una exageración. Pero en ese momento se rompieron todos los esquemas de mi vida. Yo tenía pensado entrar en medicina, irme a África, ser como el Dr. Carter de Urgencias y curar todas las enfermedades del mundo... quien ha tenido un sueño, sabe lo que se sufre cuando se estrella en mil pedazos.

En ese momento parecía que ya nada tenía sentido, para qué seguir estudiando, para qué intentar hacer la selectividad en septiembre, si ya no entraría en Medicina... Ese verano, que estuve de la cama al sofá, y del sofá a la cama, mientras estudiaba desganada las matrices, integrales y demás, la Marimuy tuvo la ocurrencia de poner vídeos caseros, de cuando yo tenía apenas 3 o 4 años. En ese momento se me encendió una luz en alguna parte del fondo y comencé a darme cuenta que, desde muy, muy pequeña, yo había sido bióloga en esencia. Tuve mis primeros prismáticos a los 7 años, y a los 10 ya trasteaba con la Peterson, la guía de aves de España y Europa. A los 13 casi me la sabía de memoria... 

Si al acabar el bachillerato pensaba que quería ser médica, estaba equivocada. Había sido efecto de la presión de grupo (en mi clase, un tercio de los alumnos quería hacer medicina... me contagié, sí, también soy humana). Me di cuenta de que, cuando miraba al futuro, me veía estudiando medicina... y mirando por la ventana con mucha pena por no poder salir al campo a ver pájaros. Esa fue la clave.

Si no hubiera suspendido aquellas matemáticas, nada me habría impedido matricularme en Medicina; hay que añadir que fue un suspenso injusto, luego en septiembre saqué un 8 en el examen de instituto y un 9,5 en el de selectividad: yo sí sabía matemáticas, era el profe el que no sabía corregir. Y sin esa injusticia, habría estado penando hasta que me hubiera dado cuenta de cuál era mi lugar.

Como esto, puede decirse que si no hubiera caído enferma, no habría aprendido a cocinar, no tendría los amigos y amigas que tengo en internet gracias a esto, no habría ido a la tele a cocinar, no comería tan sano... 

Si no me hubiera puesto a morir en febrero y hubiera tenido que irme a casa a curarme, mi madre no me habría tenido que llevar al médico aquel día a aquellas horas, no habríamos vuelto por aquel sitio, y no nos habríamos encontrado al Nermalillo, que ahora estaría criando malvas, o lo que críen los gatitos muertos. 

Si aquella mañana no me hubiera "equivocado" de camino, no me habría encontrado al gatito de Schrödinger en medio de la calle. 

Si yo no tuviera la alta sensibilidad a sonidos (que me martiriza normalmente), aquella noche de verano no habría escuchado unas patitas picudas correteando por el suelo, y no habría podido descubrir el alacrán que se paseaba por el suelo de mi habitación. 



¿Queréis más ejemplos?
No soy especial, aunque algunos
sospechan que en realidad soy una elfa.
Sabiendo que vivo en Lothlórien,
no es muy difícil de adivinar...

Yo no soy especial. Seguro que todos podemos encontrar ejemplos como estos; sólo hay que mirar las cosas con otro cristal.

Por eso pienso que, por muy malo que parezca, las cosas siempre ocurren por alguna razón: sólo tenemos que descubrirla. 

¡Busquemos siempre el lado bueno! Si no es con alegría, la vida es un aburrimiento... y sólo tenemos una. 

Tenemos la vida llena de colores. Sólo hay que abrir los ojos para verlos. ¡Disfrutad!

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